El acontecer de la vida anímica se encauza por diferentes vertientes de la realidad, realidad montada en las funciones que posibilitan que el lazo social se sostenga en donde el inconsciente encuentra su manera de hablar; su lugar como otra escena potencia las creencias que se derivan como producciones subjetivas para la cultura.
En este sentido, el psicoanálisis en sus cruces con otras disciplinas interpela las causas por las que el inconsciente asoma en su singularidad. Singularidad de uno y de todos, que pone en juego la Psicopatología de la vida cotidiana que Freud supo expresar en su trabajo de 1901 como una manera de desandar lo que de otra forma parecería una operación del progreso, sin que el malestar evidencie sus rostros discursivos, sus implicancias de hacer prácticas sociales en las instituciones. No obstante, el síntoma tiene su eficacia, la de nombrar lo que habita en nosotros, en la repetición de las diferencias, en la diversidad de lo distinto, en la igualdad de lo irrepetible repetido. Quienes trabajan y trabajamos con estas experiencias, las que involucran un saber de lo que no se sabe pero que hablan con su manifiesto, la del lenguaje de lo subjetivo, posibilitan modos de comunicación de lo diferente, constituyendo una variación en las que el inconsciente encuentra su manera de comunicar. Las páginas que siguen, ofrecen una lectura de lo que insiste por configurarse y generar nombres en la especificidad del campo en el que se despliegan. Y es aquí, en esos cruces donde se hablan.